Antígona, un cuestionamiento de límites
El texto El grito de Antígona de Judith Butler empieza haciendo un mapeo de las connotaciones surgidas a partir de la tragedia de Antígona. Empieza con Hegel, quien identifica a Antígona como el punto de giro del matriarcado al patriarcado, pero también como el principio de parentesco entre ambos. Luego nombra a Luce Irigaray quien plantea la importancia de Antígona con respecto a sus denuncias políticas. Más avanzado el texto nos hablará sobre las concepciones que guarda la lectura que hizo Lacan sobre esta tragedia. El carácter representativo de Antígona se pone en debate. A través de estos tres pensadores, Butler busca concretizar a la figura de Antígona, y su relación con la política de género.
Se tienda a contextualizar a Antígona como figura política que se apropia de un discurso frente a las implicaciones del estado. No obstante, su papel está más orientado a una oposición prepolítica. Antígona representa al parentesco, y lo expone como la esfera que ordena la posibilidades del ámbito político, sin ser explícitamente participe de el. Para Hegel, Antígona representa al parentesco y a su disolución: mientras que Creonte, a su vez, procura regirse por un cierto principio de universalidad. Propone un orden ético hegeliano es decir, un orden de estado.
No obstante, Irigaray señala que “Las ironías son, sin duda alguna, mucho más profundas de lo que Hegel las entendió: después de todo, ella habla y lo hace en público, precisamente cuando hubiera debido estar recluida en el ámbito privado.” Aquí se abre un marco que resalta la importancia del acto verbal en suma al acto físico, el entierro de Polinices. Antígona utiliza el idioma del estado para confesar su crimen. Usa como vehículo al mismo mediador que logra transgredir. Esto no supone un hostigamiento a la pureza política, sino una hibridación, la cual Irigaray califica de escandalosa.
Antígona no sólo reconoce la autoría de sus actos, sino que también niega la influencia del poder de Creonte sobre una posible intención de mentir, niega al temor que el poder puede ejercer. Frente a estos actos de valor y fuerza, Antígona es catalogada de varonil. Los roles estaban bien definidos en la hélade: las mujeres son débiles y engañosas. Los hombres valerosos y veraces. Es por esto que Creonte exclama "Ahora no soy hombre, ella es el hombre” durante la discusión que estaba perdiendo frente a Antígona. Esto supone una reacción quíasmica de género.
Mas ¿en que apoya Antigona sus acciones? Ya se ha señalado la representatividad del poder del parentesco en ella. Fuera de esto, ella se defiende argumentando que las leyes divinas, las de Zeus, no lo prohiben, solo las leyes humanas, las de Creonte. Pero aquí surge un problema de selectividad. Antígona transgrede estas leyes a las leyes de estado, no con el ahínco de defender los principios de parentesco, sino por un deseo personal.
Nunca jamás, ni aunque mis hijas e hijos o mi esposo estuvieran muertos y convertidos en polvo hubiera asumido esta responsabilidad, en contra de los ciudadanos. ¿En virtud de qué ley digo esto? Si mi esposo hubiera fallecido podría tener otro, y tener un hijo o una hija con otro hombre, pero con mi padre y mi madre allá abajo en el Hades, nunca podría tener otro hermano. Fue por esta ley que os hice un honor especial, pero parece que según Creonte lo hice mal y mostré una gran imprudencia, oh hermano mío. Y ahora él me lleva así de sus manos, sin matrimonio, sin enlace nupcial, sin haber participado del matrimonio o de la crianza de los hijos.
Esta dinámica, indica Hegel, implica que el lenguaje de uno (el de parentesco), transgrede en el del otro (el de estado). Antígona se hace varonil y Creonte se debilita, aquí surge la alteración de género, lo cual provoca a su vez una alteración del parentesco desestabilizante. El desacato, la alteración no va solo al acto del entierro, sino al de discusión verbal. Antígona reafirma sus intereses a partir de un lenguaje contrario, pasa de su acción, al ámbito público. Completa el ciclo, hace y afirma que lo hace. Hegel menciona además, que existe una fuerte intención del estado por instruir a los hombres al patriarcado; pero que el principal propósito de las familias es construirlos como guerreros. Antígona reconoce su no lugar dentro de la ciudadanía, pues es mujer, y fruto de una unión insestuosa. Ella no habita dentro del margen de la polis, del orden ético; mas encuentra reconocimiento y reciprocidad, en su hermano. Es por esto que quebranta la ley.
Más adelante en el texto, Butler comenta las ideas de Lacan. Aquí se disocial el simbolismo del parentesco de lo social. Lacan ubica a la tragedia de Antígona como la mediadora para la apreciación aislada de lo universal, es decir, de lo simbólico. Lacan encuentra a lo universal, principalmente en lo lingüístico, ciencia que articula los códigos que logran explicar las relaciones de parentesco; un ejemplo básico y esencial es el uso de los pronombres. El "yo", el ''tú", el "nosotros" y "ellos", actúan como mediadores de parentesco. Solo frente al lenguaje, frente al signo universal, la sociabilidad y comunicabilidad se vuelven posibles. En este sentido, lo simbólico no le debe a lo social, sino que lo social se sirve de lo simbólico. Entonces, Antígona no ama a Polinices, sino a su carácter simbólico.
A pesar de que se presenten en una distinta modalidad, ambas (lo simbólico y lo social) se conjugan en dentro de normas. Creonte defiende sus convicciones "Pero ¡es la ley !" ¿Qué validez tiene decir "Es la ley”. Lacan responde “.. el estatus conferido a la ley es precisamente el estatus que se le da al falo, el lugar simbólico del padre, lo indiscutible e incontestable.” Entonces, ¿qué diferencia una actitud de ley voluntarista de una anarquía radical? Antígona nota estas incongruencias de poder. El orden del parentesco se desordena, confundiendo a su padre con su hermano. Así mismo las leyes y posiciones simbólicas se visibilizan incoherentes ante ella.
Frente a estos conceptos, Butler se convence de que la distinción entre lo simbólico y la ley social no puede sostenerse. Esto lleva a reflexionar a Butler sobre la postura que tiene el Vaticano frente a la homosexualidad. Esta particularidad se afronta mediante un ataque moral, ya que no sigue la estructura clásica de la familia, y además colapsa la del hombre como individuo. Con Edipo Rey se plantea la posibilidad de intercambio de roles en la estructura familiar; no padre, no madre, sino hermano y esposa, o hermana y hermano. Antígona reafirma la naturaleza inteligible y fugaz de los límites; y no solo en las convenciones familiares. Su discurso expone a la crisis del orden en todos sus niveles; reconozcamos la metáfora. Antígona se apropia del lenguaje al que se opone.
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